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El 14 de febrero es un día un tanto especial. Una fecha -para algunos, fruto del consumismo- que supuestamente se celebra en honor a los enamorados, y que divide a la población cada año: están los que lo adoran (curiosamente, suelen ser los mismos que sucumbieron a cupido o alguno de esos afortunados ‘rara avis’ que viven en una constante luna de miel), y los que lo odian, que, casualmente, coinciden en aprovechar este día para renegar un poquito del amor y convertirse por un día en una especie de Grinch improvisado. Como casi la totalidad de la población, he estado en ambos grupos, y puedo decir sin temor a equivocarme que el 14 de febrero sí es un día para celebrar, estemos enamorados o no. Y si no me crees, sigue leyendo.
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Al principio hablamos del sentido más consumista y comercial de este día, sí, pero los más románticos sabrán que su origen viene de mucho antes de que los anuncios gigantes en forma de pantallas LED copasen las grandes avenidas y la publicidad ocupase casi más tiempo que la propia película. Realmente, el origen del 14 de febrero se remonta allá por el siglo III en -como no podía ser de otra forma- Roma. Fue precisamente en la ciudad del amor donde el emperador Claudio II decidió prohibir la celebración de matrimonios para todos aquellos jóvenes en edad de luchar, considerando que al ser solteros sin vínculos sentimentales servirían mejor en el frente como soldados. Hasta aquí no parece muy de ‘fueron felices y comieron perdices’, pero, por suerte, estamos en esa parte del cuento donde entra en acción ‘el bueno de la película’. En esta ocasión ese fue Valentín, un sacerdote cristiano que decidió desobedecer al emperador y celebrar en secreto el casamiento de todos esos jóvenes enamorados.
Pero, por desgracia, la historia no acaba aquí. Como esto es la Roma clásica y no una comedia romántica de Hollywood, el final es un poco más crudo y menos feliz. Valentín fue condenado a muerte por el emperador alegando desobediencia y rebeldía… precisamente el 14 de febrero del año 270. Desde ahí, este día pasó a conmemorarse cada año, como todos sabemos, como el Día de San Valentín.
Y tras la contextualización histórica de rigor, es hora de hablar del por qué del título de este artículo. Sí, sí, muy shakespeariana la historia de Claudio y Valentín y muy romántico todo, pero ¿por qué debemos celebrar el 14 de febrero, aunque no tengamos pareja? Fácil: aunque en España este día se dedique casi en exclusiva a las relaciones románticas, en muchos otros países alcanza un significado algo diferente y lo que se celebra es el amor, con todas sus letras y connotaciones. Así, este día también se celebra el amor en términos de amistad, familiares y, por supuesto, el más importante: el amor propio.
Como no hay celebración sin regalos y sabemos que no siempre es fácil acertar, hemos propuesto una lista de ideas donde encontrarás el regalo perfecto para mimarte a ti misma o a tus seres queridos, esté en este grupo tu pareja o no. Desde complementos, prendas especiales o zapatos con los que elevar todos tus looks, en nuestro apartado de San Valentín está todo lo necesario para salir de los clásicos bombones y celebrar un 14 de febrero cargado de moda y amor.
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